lunes, 2 de agosto de 2010

Vilches, el pueblo de mi familia... y el mío también.


Hace tiempo que pensaba escribir algo sobre este pueblo de la zona norte de Jaén, en la comarca de "El condado", y del cual provienen mis padres y todos mis familiares directos. Se trata de un pueblo de extensión mediana, de unos cinco mil habitantes, a ochenta kilómetros de la capital de la provincia, y cerca de los ríos Guadalén y Guarrizas. Por su término municipal pasa el Guadalimar. Se puede decir que está rodeado de pantanos.

No voy a extenderme en contar la historia y otras cuestiones relevantes, porque creo que lo mejor es visitar la web del ayuntamiento, donde se reflejan todos los datos importantes del municipio, y para copiar y pegar ya están otros, así que, lo primero es recomendaros que hagáis click en el siguiente enlace:


De lo que sí quiero hablar es de su gente, de lo que uno puede vivir entre ellos. Porque son muchos años de visitarlo en fiestas, en Semana Santa, o en cualquier otro momento. Los vilcheños son gente muy acogedora y optimista, que con la crisis que tenemos y las desventajas que tiene el hecho de apenas poseer industria y tener que vivir casi exclusivamente del olivo y el aceite, ya es mucho. Aparte de pequeñas empresas y algunas granjas de cerdos, la única industria importante es COOSUR, importante empresa de fabricación de aceite de una gran calidad, con lo que el nivel de paro es alto y la emigración ha sido siempre importante y sigue siéndolo.

Pero nadie como los vilcheños para divertirse y para llevar la situación con buen humor. Y para muestra, un botón: este fin de semana he estado por allí, y con toda seguridad, la temperatura debía ser unos cinco o seis grados superior a la de Madrid, y mientras yo sudaba como un pollo, ellos decían que no hacía tanto frío y que con el pequeño ventilador que tenían, les daba hasta frío. Los inviernos son duros, muy fríos, y los veranos, asifixiantes, pero ellos lo llevan bien.

Lo mejor, las tapas. Influenciada por la cercana Linares, donde probablemente se sirvan las mejores tapas de España, y por tanto, del mundo, en Vilches se tapea muy bien, y quien va por allí, repite. Es lo que ellos, con cierta gracia, llaman "echar la postura". Os dejo que imaginéis por qué. Las Fiestas de Agosto en honor de la Virgen del Castillo tienen un sabor especial. Es una de las épocas en las que muchos vilcheños emigrados se dejan caer por el pueblo. Sobre todo vienen de Valencia, donde tal vez la colonia de vilcheños sea más grande, junto a las de Madrid y Barcelona. De hecho, tanto en Valencia como en Madrid han creado sus propias hermandades de la Virgen del Castillo. Las fiestas se celebran entre el 14 y el 18 de agosto, y los encierros son magníficos, sobre todo por el empeño de los habitantes y visitantes por pasarlo bien. Bastantes años he acudido a ellos, y aunque soy bastante cobarde, algo me he asomado, pero poco. Lo cierto es que en la "cochera" de mi tío se estaba muy bien, con el ponche, las cervecitas y las tapas. Todo el mundo, corredores o no, acaba empapado porque desde los balcones, los cubos de agua vuelan a discreción, y de hecho, un año, después de acabado uno de los encierros, y cuando ya había recogido todas mis pertenencias y me dirigía a un conocido bar del pueblo a echar la postura con mis primos, alguien me lanzó un cubo de agua y mató a mi pobre reloj nuevo que no era acuático. Por la noche tuve que comprar uno en un puesto de la feria para pasar el trance de esos días.

Los conciertos de las Fiestas de la Virgen del Castillo se celebran en la piscina municipal. Son de pago, porque no hay presupuesto suficiente como para sacarlo de los impuestos, pero eso no importa a los vilcheños que llenan el recinto hasta reventar. Algunas actuaciones que he visto a lo largo de mi vida en esa piscina: La Década Prodigiosa, Olé Olé, Héroes del Silencio, Jarcha, Alejandro Sanz, Celtas Cortos, Medina Azahara... Y este año, que tras varios de no asisitir, ya os contaré qué tal lo hacen Fórmula V y Danza Invisible, que son las actuaciones estelares.

Otro momento importante en el año es la Semana Santa, fechas en las que durante los cuatro días del puente, prácticamente todo el pueblo sale al campo. Los jóvenes se quedan por la noche y los no tan jóvenes se marchan a casa a dormir, pero la juerga es espectacular. Tanto que algunos la empiezan el fin de semana anterior. Unas cuantas de esas he vivido, con anécdotas de todo tipo, aparte de las borracheras, claro, que en este tipo de reuniones resulta casi inevitable. Un año, debíamos estar tan perjudicados por el alcohol, que, además de no enterarnos de la tromba de agua que cayó mientras dormíamos, alguien nos robó la leña. El cabreo fue de los que hacen época, claro, pero, ¡a ver quién pilla a los ladrones! En otra ocasión, disponíamos de una especie de caseta que cubría una lona, y se puso a llover con violencia, además de correr basante viento. La lona empezó a rajarse por todos lados, y allí estábamos todos intentando coserla desde dentro. Cosíamos por un lado y se rajaba por otro, con lo que acabamos como una sopa y la lona inservible. Pero mi anécdota más sonada fue la vez que me volvía a Madrid el domingo por la mañana y el que hoy es marido de mi prima se comprometió a llevarme al pueblo a eso de la una de la mañana. Lo que pasó es que la gente empezó a tumbarse delante del coche, o a subirse encima para que no pudiera salir. Tomé una decisión, que fue irme andando. Como por esa época del año hay luna llena, la noche era clara y se veían más o menos bien los caminos, con lo que llegué bien a la carretera y por allí, hasta el pueblo. Tardé unas dos horas en llegar, y cuando aparecí por la puerta, mi prima no se lo podía creer. Pensaba que su novio me había llevado en coche, pero yo insistí en que había vuelto andando. Pero lo más gracioso de todo fue cuando fui a despedirme de uno de mis tíos y me dijo: "¡Qué pasa, Mariano Haro! Ya me han dicho que has venido corriendo desde la juerga". Los que estaban en el campo conmigo no dijeron nada y tras bastantes años, siguen insisitnendo en que alguien me recogió por el camino y me llevó al pueblo, y yo puedo prometer y prometo que nadie me recogió. Y lo digo públicamente para toda la red.

En definitiva, un pueblo que merece la pena ver. Comprobadlo en la web y visitadlo. Por cierto, ¿sabéis lo que se dice de Vilches? Que entierran los muertos de pie. También lo podréis encontrar en el mismo enlace.

1 comentario:

  1. Lo de las tapas (o eso de echar la postura, que dicen allí) me atrae mucho, a ver si encuentro un puente en primavera o en otoño para pasarme por Vilches ¡¡¡cualquiera va en verano o en invierno!!!
    Besos

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